Los casos de curas sanjuaninos denunciados y condenados por abuso sexual

El caso del cura Walter Bustos, condenado por abusar sexualmente de un sobrino -y que además fue desligado de otras dos denuncias-, ha generado un verdadero escándalo que armó un verdadero revuelo en el ámbito judicial, sumando un nuevo capítulo en las últimas semanas por una nueva denuncia en contra de Bustos, días antes de que se conociera la condena inicial.

Es que un joven de Valle Fértil lo denunció por abuso sexual ocurrido cuando este tenía 15 años, en la época en la que Bustos prestaba servicio en la comunidad eclesiástica del aquel departamento.

El nuevo caso encendió una nueva polémica que generó chispazos entre la iglesia sanjuanina y Fiscalía, ya que Monseñor Jorge Lozano cuestionó la orden de allanamiento a la sede del Arzobispado y la respuesta del Ministerio Público no tardó en llegar.

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Entre comunicados, conferencias de prensa y aclaraciones, este hecho trae a la memoria otros casos de curas sanjuaninos involucrados en escándalos sexuales.

El sacerdote al que la condena le llegó más de 20 años después

Hugo Pernini es un ex sacerdote sanjuanino, encargado de dirigir la Parroquia Nuestra Señora de Luján, en la localidad de Santa Rosa, en La Pampa. En 1999, mientras el religios se encontraba en San Juan abusó de su sobrino C.J. quien por ese entonces,tenía 14 años.

Ese mismo año, el cura le pidió a su familia que se mude a Santa Rosa por lo que la familia del damnificado se trasladó hasta allí.

Los abusos se reiteraron en varias oportunidades por un factor que le jugaba a favor a Pernini: su sobrino vivía en las casas contiguas a la iglesia en la que oficiaba como sacerdote.

En 2004, la familia de C.J. resultó adjudicataria de una vivienda social en la capital pampeana por lo que se mudaron y de esa manera cortaron la cercanía con proveedor familiar y líder religioso, poniendo fin a cinco años de abuso.

El joven damnificado continuó trabajando en una red misionera religiosa en la parroquia Luján en La Pampa y fue allí donde conoció a la joven que se convertiría en su esposa pero fue también allí que conoció a Agustín, otro joven víctima de Pernini.

Agustín fue abusado por el cura entre los años 2007 y 2008 y al igual que C.J, guardó silencio por el miedo y la influencia del sacerdote.

Sin embargo, doce años después, ya en 2019, Agustín (cuyo apellido no trascendió para proteger su identidad) finalmente denunció a Pernini en la justicia pampeana.

El juicio comenzó a finales de 2020 y se extendió a lo largo de un año. Fue recién en diciembre de 2021 cuando C.J. tomó valor gracias a la iniciativa de Agustín y prestó su declaración en el juicio y relató todos los ultrajes a los que fue sometido por su propio tío.

En su caso, la causa ya había prescrito ya que el crimen ocurrió más de 15 años atrás y los plazos judiciales habían vencido. Sin embargo, C.J. encontró justicia porque, en el caso de Agustín, Pernini fue condenado.

El cura fue declarado culpable de abuso sexual simple, gravemente ultrajante y doblemente agravado por ser el autor ministro de un culto religioso reconocido, mediando abuso coactivo e intimidatorio en una relación de autoridad y poder, como delito continuado.

Recibió una sentencia de 12 años de prisión de cumplimiento efectivo que quedó firme en mayo de 2022. Desde ese entonces se encuentra detenido en La Pampa.

Napoléon Sasso, el cura que apareció en una lista de sacerdotes denunciados por pedofilia

El caso del padre Julio César Grassi marcó un antes y un después en la Iglesia argentina. El hecho sacó a la luz la macabra realidad de la cual el país no estuvo exento: la de los abusos en la iglesia.

Una investigación de la Agencia Télam, a cargo de las periodistas Lucía Toninello y Mariana García, reveló que tras la sucedido con Grassi, hubo al menos otros 62 curas denunciados por abuso sexual ocurridos en distintas comunidades religiosas a lo largo del país.

Dentro de esa lista figuraba el nombre de dos sacerdote sanjuanino: uno de ellos Napoleón Sasso.

Corría 1994 cuando Sasso, por ese entonces un cura que trabajaba para el Obispado de San Juan, empezó a demostrar conductas pedófilas. La resolución de la Iglesia no fue llevarlo a la Justicia sino enviarlo a Domus Mariae, un hogar de reclusión que le brindaba tratamiento a sacerdotes de similar perfil o que sufrían otras “enfermedades psiquiátricas”.

El lugar quedaba en Tortuguitas, Provincia de Buenos Aires, cerca de donde años más tarde el hombre adquiriría una triste repercusión. La recomendación por parte de quienes lo recibieron fue tajante: Sasso no debía estar en contacto con menores.

Su carrera no sufrió ningún sobresalto. En 2001, Rafael Rey, por ese entonces Obispo de la Diócesis Zárate-Campana, lo designó al frente de la Capilla San Manuel, ubicada en localidad La Lonja, partido bonaerense de Pilar, lugar al que se acercaban familias y niños y niñas de muy bajos recursos. Desde ese entonces, este hombre que se mostraba simpático y bonachón pasó a ser conocido por todos como el Padre Napo, único cura del templo.

Fueron muchas la familias vulneradas por la crisis de 2001 las que se acercaron a su parroquia para recibir asisitencia, un techo o un plato de comido. Y por supuesto, los niños también.

El caso estalló cuando en 2003, una colaboradora laica que cumplía funciones en la parroquia encontró a una nena de 12 años en penoso estado anímico. La menor le contó que había sido abusada por el cura Sasso. A ella se le sumaron otras cuatro niñas que también afirmaron que el cura las sometió a aberrantes ultrajes.

Si bien, el párroco al principio contó con cierto "blindaje" por las autoridades eclesiásticas, se vio obligado a escapar a Paraguay cuando el Juzgado de Menores N°5 de San Isidro lo imputó por el delito de abuso sexual de menores agravado.

Sin embargo no pudo seguir solventando su permanencia en el país vecino y tuvo que regresar a Argentina.

El cura fue detenido el 20 de enero de 2004 en el peaje del ramal Pilar de la Autopista Panamericana, en Buenos Aires, cuando viajaba en un remís. Se había rapado y ya no tenía la barba que usaba desde hacía unos años.

Estuvo detenido en el Penal de Olmos hasta el año 2007, cuando fue encontrado culpable. Para ese entonces, ya no era el Padre Napo: Sasso dejó los hábitos para casarse con Graciela Miño. Nunca mostró arrepentimiento ni ensayó si quiera una disculpa por lo sucedido.

Sorprendentemente, la Cámara de Casación redujo la pena a 16 años, por lo que fue liberado a principios de 2020.

Además, desde 2012 contaba con salidas transitorias, un total de 24 horas semanales en casa de su esposa.

Desde su liberación, no se ha sabido más de él.

El cura Ibáñez Morino, el otro sanjuanino en la lista negra

En la lista de 62 curas denunciados por pedofilia había un segundo religioso sanjuanino: Carlos Richard Ibáñez Morino, nacido en Caucete. 

Estudió en San Juan, pero su carrera sacerdotal concluyó en el Seminario Arquidiocesano "Juan Carlos Borromeo", de Rosario, Santa Fe. A principios de los '90, llegó a la ciudad que posteriormente le cambiaría la vida, Bell Ville, Córdoba, y que paradójicamente, antes de tener este nombre, era conocida como "Fraile muerto".

A mediados de 1992 ya había contra Ibáñez un total de diez denunciantes, todos lo acusaban de abuso sexual. Todos eran jóvenes de barrios pobres de Bell Ville que recibían dinero a cambio de tener relaciones con el religioso.

En 1997 y a pesar de gestiones de la Embajada argentina en Paraguay, que tomo parte en la causa, la Justicia paraguaya rechazó una reapertura del proceso de extradición. 

Finalmente, el 18 de noviembre del 2004, la Sala de Acuerdos de la Corte Suprema paraguaya dio vía libre al proceso de extradición. Sin embargo, ya era tarde, en los estrados judiciales de Bell Ville el caso se había extinguido. De esta manera, el sacerdote Carlos Richard Ibáñez, alias “Richardi”, logró evitar el proceso por supuestos abusos sexuales contra menores en Córdoba. Nunca fue llevado a juicio.

Tras lo sucedido, Ibáñez se negó a hablar con los medios paraguayos, apenas declaró que ya no ejercía como sacerdote.

Sin embargo, â€‹estuvo en la zona reservada para los sacerdotes en el altar que se hizo en Ñu Guasu, en julio del 2015, durante la visita del Papa Francisco al Paraguay.

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Walter Bustos, cuando no todo queda en familia

El sacerdote Bustos es el caso más reciente. En 2018, fue denunciado por un sobrino por presunto abuso sexual. Con el correr de las semanas, dos denuncias más se sumaron de otros dos sobrinos, hermanos del primer denunciante. 

Bustos fue detenido poco después y permaneció en el Servicio Penitenciario Provincial hasta diciembre de 2020, cuando ordenaron su libertad. 

Tuvieron que pasar tres años para el juicio. En el medio, se cayeron dos de las tres acusaciones originales por lo que Bustos solo fue juzgado por un solo caso. 

Fue sentenciado el pasado 30 de mayo a la pena de un año y ocho meses de prisión por el delito de abuso sexual simple. Es decir, una pena excarcelable. 

Sin embargo, antes de la sentencia, el religoso ya estaba detenido tras haber sido denunciado por otro caso de abuso sexual a un menor en Valle Fértil. 

Ahora la Justicia deberá determinar si el cura es culpable de un nuevo delito. Y en caso de ser hallado culpable, es posible que ya no zafe de la cárcel. 

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