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Nacieron después de la fundación pero son sinónimos de Jáchal: Don Garcés y El Ojo Negro

Se cumplen 270 años de la fundación de Jáchal y hay comercios que están grabados a fuego en la memoria colectiva del pueblo. 0264Noticias eligió dos al azar para contar, a través de ellos, como homenaje en este día.

Nacieron después de la fundación pero son sinónimos de Jáchal:  Don Garcés y El Ojo Negro
viernes 25 de junio de 2021

El 25 de junio de 1751, el maestre de campo Juan de Echegaray fundó la Villa de San José de Jáchal, centro de aquel departamento situado a 153 kilómetros al noreste de la Ciudad de San Juan. Con el tiempo hubo nombres de jachalleros y jachalleras que quedaron grabados en la memoria popular. Además de personas, hay lugares que son denominadores comunes para practicar el dulce ejercicio de la memoria, como los comercios que albergan cientos de anécdotas en sus silenciosas paredes. 

Con el tiempo muchos de ellos se perdieron, pero otros no. Negocios familiares que tienen "guardianes de la memoria" conservando parte de las estructuras originales, permiten hacer un viaje en el timpo como la Confitería Garcés con José Luis y el almacén El Ojo Negro con Claudia Elena, en Jáchal. El primero, cercano a los 100 años de vida y el segundo, con más de medio siglo transitado. Es por eso que 0264Noticias los eligió para recordar un año más de vida de Jáchal.

Llegar a Jáchal, a la plaza San Martín, hasta calle Juan de Echegaray y San Juan, ahí justo en donde está el Santuario del departamento y girar la cabeza a la derecha. Pasando Casa Fénix, ahí está lo Garcés. Así más o menos serían las indicaciones para llegar al lugar casi centenario que guarda secretos, risas y  muchas anécdotas.

Cuando Don Salvador Garcés Sánchez, este inmigrante español que llegó a Jáchal allá por 1928, no se imaginó que 93 años después lo que supo ser hotel y confitería, se convertiría en un ícono del departamento. La confitería mantiene la construcción de la época e incluso la decoración, muebles antiguos de madera y carameleras que adoran "posar" para la cámara de algún fotógrafo o de los visitantes que quieren hacer un "viaje en el tiempo".

Don Salvador tuvo junto a Pilar, siete hijos y hoy uno de sus nietos, José Luis, está al frente del lugar. Con amabilidad y entre risas, siempre dispuestos a contar alguna anécdota a los curiosos que miran las fotografías y preguntan cómo era antes el lugar. 


José Luis Garcés - nieto de Don Salvador - Foto: Actualidad Jachallera

Y también están aquellos que cuando vuelven de visita al terruño, no pueden evitar sentarse en esa mesa que alguna vez fuera el lugar favorito de un familiar o amigo, para recordar con una nostalgia linda y rememorar a los que ya no están. 

La Confitería Garcés es única en Jáchal con esas características: tiene raíces bien profundas, llenas de tradición. Pero no tan sólo para el departamento si no para quienes renonocen en ella un lugar que por su arquitectura y su aporte a la cultura y la historia puede ser un monumento para la provincia, como lo propuso la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos.

 

La historia que no está escrita, se arma uniendo retazos de los recuerdos. Y así pasa con la historia del almacén y panadería "Graciela" que todos llaman "El Ojo Negro". Ubicada en la esquina de Rawson y Laprida, el lugar alberga 53 años de historia.

Doña Elena y Don Negro, quien heredó el apodo de su padre, Justo Pastor, comenzaron allá por el año 1968 con un negocio pequeñito. "Como mi papá tenía una amistad con Soriano Pereyra (otro comerciante jachallero) le sugirió ponerse un negocio y así comenzó. Al principio mi mamá no amasaba", contó a 0264Noticias Carlos "Quique" Castro, el mayor de cinco hermanos. Incluso su memoria lo llevó a recordar que fue un domingo que "no había pan en todo Jáchal mi mamá se puso a amasar para ahorrar un poco y de paso, vender". Un hombre, también de apellido Castro se llevó el primer pan y así comenzó la historia de la panadería que con el tiempo fue creciendo hasta llegar con sus productos a las localidades alejadas de Jáchal y también a buena parte de Iglesia.

La sonrisa característica de Doña Elena y las salidas pícaras del "Ojito Negro", son los recuerdos comunes para quienes visitan el lugar o se encuentran con alguno de los cinco hijos del matrimonio: Quique, Ivana, Julio, Graciela y Claudia.

Esta última, actualmente a cargo del almacén decidió, renovarlo pero sin perder parte del mobiliario original: "Cuando yo tenía 10 u 11 años, yo le decía a mi mamá ¿querés que te arregle el negocio? y me venía por la estantería y me subía la heladera vitrina y ahí lo arreglaba. Supongo que me gustaba y cuando muere mi mamá, mi papá con su edad, él no innovaba así que cuando me reintegraron un dinero de una movilidad que finalmente no compré, decidí invertirla en el negocio y compré todo en mercadería. Para mí era una satisfacción verlo contento, que entrara al negocio y se reía solito al ver las estanterías llenas", contó emocionada Claudia.

"Publicando en mi Facebook personal me di cuenta que había gente que me preguntaba por mi mamá y mi papá, así que cuando ambos fallecen, decidimos con mis hijos innovarlo y no sobrepasar el recuerdo de la gente, que entraran y vieran las mismas estanterías, está armado como ellos lo tenían: la yerba donde sabía estar, la sal, y hay gente que viene con esa intención de recordar por eso no quiero cambiar el negocio totalmente. Lo que sí, le armamos un perfil en redes sociales porque la gente siempre me preguntaba si yo era hija del Ojo Negro", agregó Claudia. 

"No quería que el trabajo de ellos quede en la nada, porque hay familias que continuaron con los negocios de los padres o los abuelos y le cambiaron el nombre o se perdió. Es que el poco o mucho bienestar que uno puede tener a veces no es por uno, es por los padres", dijo emocionada la menor de las Castro.

En eso coincidieron todos los hijos: "Creo que el objetivo de mis papás, era que los hijos no sufran lo que ellos sufrieron y que sea un poco más fácil la vida, con estudio, con trabajo pero no tan de abajo como empezaron ellos", dijo Quique. "Siempre me preguntan, la gente no se olvida de ellos, quedan poquitos de esa época pero la gente no se olvida de mi papá ni de mi mamá: Nnsotros somos panaderos, del famoso Ojo Negro", recuerda con orgullo Julio.

Ivana, siempre tiene presente en sus anécdotas, a sus padres: "Siempre los dos trabajando, yo pasé parte de mi adolescencia en el negocio laburando con ellos. Nos dejaron eso, el esfuerzo para salir adelante. Pero nunca se olvidaban de la gente que necesitaba ayuda, en silencio sabían colaborar con quienes iban a pedir para hacer alguna comida o chocolate", contó.

Y Graciela los recuerda cuando hasta dormían la siesta adentro del negocio o "esas madrugadas largas en las previas de Reyes cuando llegaban los juguetes, fueron épocas muy hermosas". 

Lo cierto es que el Ford A, "que para mi papá era como un cero kilómetro", está grabado a fuego en la memoria de los jachalleros que vieron cómo ese auto, salido de otras décadas, llegaba a cada rincón, con el pan y las tortitas de doña Elena y el Ojo Negro.

M. Sosa

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